Casas en Capileira. Fotografía: Máximo López
En las principales concentraciones urbanas de la Alpujarra (Ugíjar, Cádiar, Órgiva y Lanjarón) el urbanismo y la arquitectura han evolucionado hacia calles amplias y extensas, rodeadas de modernos edificios de varias plantas de altura y tejado a dos aguas. También es posible encontrar la arquitectura típica alpujarreña en determinados barrios de estos municipios, pero es necesario ascender a los altos pueblos alpujarreños para admirar toda su majestuosidad.
La ascendencia árabe ha impregnado hasta el último rincón de los altos pueblos de la comarca. Y las viviendas típicas de la zona no son ajenas a este hecho: las casas encaladas de blanco, con las chimeneas dominando sus techos rasos de color gris azulado, son el icono por antonomasia de la Alpujarra alta.
Terraos de Pampaneira. Fotografía: Jeanne Menjoulet
Los materiales más utilizados en la construcción tradicional son la piedra –fundamentalmente esquistos–, la madera de castaño, nogal, fresno o álamo, la pizarra y la launa (arcilla magnesiana plateada que forma con el agua una pasta homogénea e impermeable, empleada para cubrir techos y azoteas). El uso de estos materiales se debe a su gran abundancia en estas tierras, una cercanía que ha agilizado su transporte por los difíciles caminos y senderos desde tiempos remotos.
Los característicos techos aplanados o terraos se construyen a partir de la estructura compuesta por algunas vigas de madera con ramas y viguetas (las alfajías). Sobre este armazón se colocan losas de pizarra bajo un grueso lecho de barro prensado a base de pisón –el llamado malhecho–. El último nivel lo conforma una cobertura de launa, empleada por su alta impermeabilidad y su poder reflectante, que ayuda a conservar las condiciones térmicas del edificio.
Cerrando el espacio del terrao, se ubican las llamadas castigaderas, que evitan la pérdida de launa y funcionan como contrapeso de los beriles, pequeños aleros de pizarra. Aunque visualmente sea inapreciable, una pequeña inclinación o pendiente en el terrao ayuda a que el agua de lluvia fluya, evitando una fatal inundación. Las humeantes chimeneas y sus originales sombreros sobresalen por encima, coronando la vivienda. Para el acceso al terrao, se pueden disponer unas estrechas escaleras y una puerta de acceso de poca altura denominada locana.
Antiguamente, el interior del hogar se fragmentaba en dos grandes estancias:
- El bajo del hogar, tras cruzar el portal o zaguán. Aquí, en la cuadra o pajar, se ubicaban todo tipo de animales domésticos (caballos, mulos, burros, cerdos, gallinas y aves de corral). También era frecuente su uso como almacén de grano y productos del campo, depositados en los atrojes.
- En el piso superior se emplazaban la cocina y las habitaciones, sin retrete hasta bien entrado el siglo pasado. Esta distribución permitía aprovechar eficientemente el calor desprendido por la cuadra en el piso inferior.
Fotografía: Thiery
En el exterior, el refugio de las inclemencias del tiempo y la sombra son proporcionados por los conocidos tinaos, a modo de soportal o porche, que se pueden descubrir en cualquier calle alpujarreña. El color y la alegría se confían a los balcones rebosantes de macetas en flor: geranios, claveles, petunias, jazmines, corales y margaritas perfuman y embellecen cada rincón de estos pequeños pueblos.
Fotografía: Oliver Clarke