Fotografía: Jeanne Menjoulet
Según los vocablos latinos y de acuerdo con los estudios del periodista Rafael Gómez Montero, podría afirmarse que el nombre de este pueblo significa «productor de pámpanos». A 1058 metros de altitud, Pampaneira y su céntrica plaza componen la puerta de entrada que nos da la bienvenida a este paraje de la Alpujarra granadina.
Jarapas alpujarreñas en Pampaneira. Fotografía: Isidro López-Arcos
Entrar en esta antigua tierra de viñas es, antes que nada, cumplir con el rito de beber agua en alguna de sus múltiples fuentes, destacando la conocida fuente de San Antonio –también denominada como Chumpaneira–, cuyas aguas libran de la soltería a quien las bebe, según la tradición. La fuente de los Poetas o la del Cerrillo son también de visita ineludible. Es una combinación perfecta: las propiedades mineromedicinales del agua unidas a unas vistas excelentes.
Pampaneira recibe al visitante con la plaza de la Libertad, donde confluyen las calles típicas abarrotadas de bares y de tiendas de artesanía y recuerdos; aquí tiene lugar la feria de artesanía celebrada a lo largo del otoño. Junto al zoco, se alza la iglesia de la Santa Cruz, única mancha ocre que resalta entre la blancura de las restantes edificaciones de la localidad, que fue distinguida hace años con un premio nacional de embellecimiento.
Iglesia de Pampaneira vista desde el lavadero
Construido entre 1726 y 1730, el templo parroquial, con una portada humilde pero ennoblecida por el escudo del obispo que mandó construirla, Francisco de Perea, consta de una sola nave cubierta por un artesonado de estilo mudéjar de gran interés artístico.
Su interior alberga una importante colección de obras de valor artístico y religioso, en especial el conjunto de cuatro retablos de madera de los siglos XVII y XVIII, de estilo barroco, con una amplia iconografía. El retablo del altar mayor es el más significativo pero también la capilla lateral de la Virgen de los Dolores con varias pinturas sobre tabla y la famosa Cruz, advocación del municipio que se celebra por partida doble a principios de mayo y el segundo fin de semana de agosto.
Fotografía: Manel
Para descubrir Pampaneira, que cuenta con una sala de exposiciones, hay que adentrarse en el pueblo al azar por cualquiera de sus calles; por ejemplo, la calle Verónica, uno de sus más bellos rincones, con un reguero central que canaliza las aguas calle abajo. Poco a poco se asciende por el tinao de la calle Silencio, donde no faltan las macetas, hacia la era alta para hallar el antiguo lavadero del Cerrillo, pudiendo después regresar al zoco dispuestos a repetir la experiencia de la fuente milagrosa si todavía no ha dado resultado alguno.
Una de las vistas más espectaculares del pueblo se obtiene desde la parte alta o bien ascendiendo por la carretera: sólo así se pueden observar los tejados planos tan característicos de sus viviendas, esa manta gris extendida y salpicada por decenas de chimeneas a modo de blancos champiñones. Y bajo la launa de estos terraos sigue sonando, por fortuna, el apasionante traqueteo de los antiguos telares, una de las tradiciones más hermosas de toda la Alpujarra.